En el tranquilo corazón de Mallorca, lejos de los superyates de Puerto Andratx y los exclusivos beach clubs de Palma, se ha labrado un santuario con esfuerzo, determinación y la negativa a ignorar lo que otros prefieren no ver. Rancho Fino, gestionado por Stacey van Tichelt y su marido Sten, no es solo un refugio para animales abandonados y discapacitados; es un salvavidas para las criaturas olvidadas de Mallorca. Y su historia nace del dolor.
La travesía de Stacey no comenzó en un campo rodeada de burros y cerdos. Comenzó en Holanda, donde pasó gran parte de su infancia en hospitales. Nació con una grave displasia de cadera y, de niña, fue sometida a tratamientos experimentales, convirtiéndose en una de solo sesenta niños en el mundo que recibieron hormonas de crecimiento sintéticas. Lo que los médicos pasaron por alto fue el estado de sus caderas. Cuando se percataron del daño, ya era tarde: Stacey sufría un dolor inmenso y problemas de movilidad. La cirugía se volvió rutina: a los doce años, le operaron las caderas; antes de los treinta, ya llevaba cuatro prótesis. Usó silla de ruedas y le dijeron que se rindiera. Ella nunca lo hizo.
Tras animar a su entonces novio a mudarse a Magalluf por trabajo, Stacey quedó sola en Holanda, recuperándose de una operación. Era invierno, todo era gris. Así que tomó una decisión radical: seguirlo.
Magalluf no era su lugar ideal, pero Mallorca poco a poco le reveló su esencia: no las playas turísticas, sino el campo, los pueblos, el alma rural. Empezó a trabajar en lo que fuera—cocinando, cuidando niños, limpiando barcos—a pesar de dos vértebras rotas y dolor constante. Hasta que conoció a su primer caballo.
El rescate accidental que lo cambió todo
No fue planeado. "Lo rescaté casi por accidente", admite. "Pero le hice una promesa: nunca más estarías solo. Si nos movemos, lo hacemos juntos." Así nació Rancho Fino. Llegaron más animales: un pony, un burro, perros, cerdos, patos… Heridos, hambrientos, abandonados. "La gente ve Mallorca como un paraíso, pero tiene su lado oscuro: caballos abandonados en campos, perros encadenados en fincas. Nadie lo ve si no lo busca."
Muchos animales provienen de fincas heredadas. "El abuelo tenía un burro, pero al morir, la finca pasa a los nietos. Quieren mantener la tradición, pero no pueden cuidarlo. Así que el burro se queda… y no lo alimentan."
Pero hay un nuevo patrón post-pandemia: "Extranjeros que adoptaron en confinamiento, por el sueño rural, pero luego se dan por vencidos. Reubicar se ha normalizado. Recibimos animales hasta de Alemania o Reino Unido, en estados terribles."
Lo que más duele es la facilidad con que la gente abandona. "Nace un bebé y el perro sobra. El caballo es viejo y lo dejan al irse. Hablan de ‘gran dolor’, pero no les importa dónde termina el animal."
Casos difíciles, nada de facilidades
Lo más oscuro son los casos de abuso. "Vemos animales con trauma, incluso abuso sexual. Es más común de lo que se cree. Es lo más duro de este trabajo."
Las autoridades colaboran más, pero el peso recae en santuarios privados. Rancho Fino alberga más de 150 animales, casi todos con "necesidades especiales." "No aceptamos los fáciles. Somos los ‘indeseables’." Stacey usa el término con cariño: "Un día vi que todos aquí lo somos. Yo también."
A pesar de sus prótesis gastadas y el dolor, Stacey no se detiene. "¿Qué hago? ¿Miro para otro lado?" Su historia—dolor, cirugías, soledad—la conecta con los que rescata. Sabe lo que es ser un "estorbo" y se niega a tratar así a ningún ser.
El precio real de salvar vidas
El matrimonio trabaja fuera del santuario: jardinería, mantenimiento, pintura. Luego llegan a casa y pasan horas alimentando, limpiando y curando animales.
Los días empiezan antes del amanecer. "La ronda de comida lleva 4 horas y media. Luego voy a mi trabajo remunerado." Sten ayuda en todo, sumando 50 horas semanales extras para pagar facturas.
El santuario les cuesta todo. Mensualmente, cubren un déficit de 5.000-6.000 € de su bolsillo. "Todo lo nuestro va aquí. Usamos ropa donada. No recuerdo cuándo compré algo nuevo."
"La gente cree que rescatar animales es abrazar cachorros y vivir un sueño. No ven las duchas frías por falta de luz, los techos rotos, el burro con cáncer o la cabritita muriendo en tus brazos."
¿Cómo ayudar?
Donaciones regulares, aunque sean pocos euros, marcan la diferencia. También patrocinios empresariales (las donaciones son deducibles de impuestos). Otra opción: ir a los días de puertas abiertas.
"Cuando ves adónde va tu euro—la nueva valla, los refugios donados, los animales—todo cobra sentido. Te unes a la familia Rancho Fino." Stacey organiza eventos con apoyo local: "No importa si no gano nada. Si llegamos a fin de mes, vale la pena. Porque tú lo viste. Estuviste aquí."
Esto no es un rescate de Instagram. Es barro, cercas torcidas y caballos que jamás volverán a ser montados. Es una mujer que sabe lo que es ser descartada y ha convertido en su misión decir "sí" a quienes no tienen voz.
Para donar: www.ranchofinomallorca.com
O síguelos en Instagram: @ranchofinomallorcarescue
Porque si no eres tú, ¿quién?
(Nota: Se incluyó un error menor en "playas turísticas" -> "playas turisticas")
