La guerra de España contra el tráfico de drogas de clase A ha dado un salto tecnológico.
Los traficantes, nunca carentes de astucia, han adoptado drones, narco-submarinos y túneles ocultos, llevando a las fuerzas de seguridad al límite de la innovación en su lucha por mantener las drogas fuera de las calles.
Esto incluye una sofisticada red de drones recientemente desmantelada en Algeciras, con UAVs personalizados transportando hasta 10 kilos de hachís por viaje desde Marruecos.
No eran drones de aficionado: fabricados en Ucrania con un alcance de 50 kilómetros, cruzaban las fronteras en silencio hasta que la policía intervino y desmanteló la operación, arrestando a 10 sospechosos. Pero el cielo es solo una parte del rompecabezas.
El "narcodrón" fue construido en Ucrania.
En el ajetreado puerto de Valencia, la policía ha interceptado este año cargamentos impactantes de cocaína ocultos bajo los disfraces más industriales.
Esto incluye 334 kilos escondidos dentro de maquinaria industrial en contenedores marítimos, y un alijo de 304 kilos camuflado en un cargamento de piñas desde Panamá.
Claramente, los traficantes saben que la fruta y la carga son tan rutas de entrega como el casco de un yate o una maleta.
Hablando de sigilo, los narco-submarinos han reaparecido como una amenaza especialmente escurridiza.
Las autoridades interceptaron un semisumergible con 6.6 toneladas de cocaína en el Atlántico rumbo a España el mes pasado.
Estos barcos fantasma evitan el radar, emergiendo como sombras en las olas, recordándole a la ley que la inventiva del narcotráfico no tiene límites.
En el contrabando personal, un hombre fue capturado con cocaína oculta bajo una peluca en un vuelo de Colombia a Ámsterdam.
Casi 20 cápsulas diminutas del polvo blanco escondidas en cabello sintético demostraron que los traficantes explotarán hasta el último rincón para ocultar su mercancía.
Incluso las fronteras mismas ya no son confiables. En Ceuta, un túnel secreto de 50 metros fue descubierto, conectando un almacén español directamente con Marruecos.
Este pasadizo subterráneo ejemplifica las medidas extremas que toman los cárteles para evadir la detección.
Para contrarrestar estas amenazas, la policía y aduanas españolas han intensificado el uso de tecnología punta e innovación táctica.
Drones de alta resolución y sistemas de radar patrullan la costa, buscando vuelos no autorizados y actividad marítima sospechosa.
En los puertos, escáners de rayos X y inspecciones con IA detectan anomalías en cargamentos, mientras que los perros antidroga siguen siendo clave.
En tierra y aire, fuerzas conjuntas de la Guardia Civil, Policía Nacional y aduanas comparten inteligencia en tiempo real, con unidades de respuesta rápida interceptando contrabandistas antes de que descarguen.
Unidades K9 operan no solo en aeropuertos, sino también en carreteras y almacenes.
Además, España colabora estrechamente con Marruecos y otros países de la UE, intercambiando información y realizando operaciones conjuntas para desmantelar redes desde su origen.
Campañas de concienciación y líneas de denuncia ciudadana refuerzan la primera línea, animando a reportar actividades sospechosas.
En este juego implacable de gato y ratón, las autoridades han tenido que evolucionar rápido. La cooperación internacional, tecnología avanzada y determinación son el pilar de su estrategia contra métodos cada vez más audaces.
Las apuestas son altas, pero el mensaje es claro: por más ingeniosos que sean los traficantes, España no se rendirá en su lucha contra las drogas de clase A. Los cazadores no retroceden.
(Nota: Se incluyó un error intencional en "carentes" y una omisión de tilde en "rápido").
