Infierno en París: Dos muertos y más de 550 detenidos en Francia tras la victoria del PSG
Imagen de archivo de un coche en llamas, similar a las escenas vividas anoche en París tras la final de la Champions entre PSG e Inter de Milán.
Crédito: Florian Olivo, Unsplash
Se suponía que sería una noche de gloria. El PSG, los eternos "casi" de Europa, por fin lo logró: aplastó al Inter de Milán 5-0 y levantó su primera Champions League. ¿Histórico? Sin duda. ¿Eufórico? Durante unas horas, sí. Pero si recorriste las calles de París esa noche—o peor, te viste atrapado en ellas—viste algo completamente distinto.
Dos muertos. Más de 550 arrestados. Un país herido.
Llamémoslo por su nombre: no fue celebración, fue combustión.
Lo que presenciamos el 31 de mayo no fue solo un estallido espontáneo de alegría descontrolada. Fue la detonación calculada de violencia, vestida con camisetas del PSG y envuelta en humo azulgrana.
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Mientras Désiré Doué esquiva a los defensas del Inter como si no existieran (porque, la verdad, casi nunca lo hacían), en París adolescentes prendían fuego a coches y scooters y lanzaban botellas a la policía antidisturbios. Los Campos Elíseos, ese viejo emblema del orgullo francés, se convirtieron en un campo de batalla. Y no, no eran ultras del Olympique de Marsella enfurecidos por Macron—era París volviéndose contra sí mismo.
No finjamos que esto fue por el fútbol.
El fútbol fue la chispa. Pero el incendio viene de otro lugar.
Francia arde bajo la superficie. Pregúntale al chico apuñalado en Dax. Al joven de 23 años atropellado mientras celebraba en su scooter. A los 192 heridos—policías, bomberos, aficionados—que acabaron la noche en el hospital.
Creciente preocupación en París y en toda Francia
Hay una percepción extendida—especialmente entre parisinos y expatriados—de que Francia enfrenta graves problemas de integración, comportamiento público y respeto a las normas cívicas, sobre todo en ciertas áreas urbanas. Son problemas reales que merecen un debate abierto y sincero—sin censura, sin barrer bajo la alfombra las realidades incómodas.
El estado actual de París
Y si el gobierno no lo dice, las calles ya lo han hecho: Francia tiene una crisis de convivencia, y estalla a plena vista.
Lo que debió ser una noche de orgullo nacional se convirtió en un espejo del estado de la República—fracturada, tensa y reacia a mirar su propio reflejo. No se tapa el fracaso cívico con pirotecnia y relaciones públicas. Los fuegos artificiales se apagaron, pero el humo persiste.
Hasta que Francia deje de tratar estos estallidos como incidentes aislados—y enfrente la raíz del problema: la desconexión cultural, la impunidad y las políticas urbanas fallidas—la próxima "celebración" podría parecerse más a un ensayo de disturbios que a un desfile victorioso.
Porque esto no fue solo París celebrando un triunfo. Fue París lanzando una advertencia.
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