El Final Dura Para Siempre: La Historia de Screamfeeder es un documental de larga duración que narra la trayectoria de tres décadas de la tenaz banda de rock independiente de Brisbane, Screamfeeder. Dirigido por Jacob Schiotz, un cineasta con profundas raíces en la música y en la narración de documentales, la película sumerge a los espectadores en la explosión cultural de Brisbane en la década de 1990, donde Screamfeeder surgió como una fuerza definitoria. A través de una mezcla de imágenes de archivo, entrevistas sinceras y canciones icónicas, el documental pinta un vívido retrato de una banda que trazó su propio camino, desafiando las presiones del mainstream mientras fomentaba un vínculo inquebrantable entre sus miembros.
La película se inicia con la atmósfera áspera y húmeda de Brisbane a principios de los años 90, una ciudad palpitante de pasión creativa. Screamfeeder, formado en 1991 por Tim Steward, Kellie Lloyd y Tony Blades, rápidamente se convirtió en un pilar de esta escena, junto a lugares como The Zoo y festivales como Livid. Schiotz captura magistralmente los carteles de conciertos de la época, la prensa callejera y el boca a boca que impulsaron un ascenso que llevó a la banda desde los pubs locales hasta los escenarios internacionales. El documental no se aleja del caos de la época, con historias de fiestas salvajes y casi desastres (como una hoguera que casi incendia un vecindario), anclando el ascenso de la banda en momentos humanos y fácilmente identificables.
En su núcleo, la película es una carta de amor a la asociación creativa de la banda, especialmente a la amistad duradera entre Steward y Lloyd. Las entrevistas con miembros de la banda, fans, periodistas y colegas revelan la química que mantuvo a Screamfeeder en marcha a pesar de cambios en la formación, cambios en la industria y dificultades personales. El documental destaca su negativa a firmar con grandes sellos discográficos a mediados de los 90, una decisión audaz que preservó su control artístico pero limitó su éxito mainstream. Esta decisión, junto con el éxito de crítica de su álbum de 1996 Kitten Licks, subraya su compromiso con la autenticidad por encima de la fama, un tema que resuena a lo largo de la película.
La fortaleza del documental radica en su capacidad para entrelazar la música de Screamfeeder en la narrativa sin abrumarla. Temas como los de Kitten Licks y Flour se utilizan con moderación pero de manera efectiva, recordándonos el poder crudo y melódico de la banda que fue comparado con Hüsker Dü y Swervedriver. Las entrevistas con la banda son sinceramente honestas, ofreciendo ideas sobre su proceso creativo y el costo personal de su camino poco convencional. Esta autenticidad hace que la película sea accesible incluso para aquellos que no están familiarizados con la discografía de Screamfeeder.
Para los fans de la música australiana o del rock independiente en general, El Final Dura Para Siempre es un imperdible, ofreciendo una ventana a una era crucial y a una banda que ayudó a definirla. Su exploración de la comunidad, la lealtad y el espíritu de hazlo tú mismo se siente atemporal, resonando en el paisaje musical impulsado por algoritmos de hoy en día.
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