Se ha vuelto común escuchar a las personas describirse a sí mismas u a otros como “sobreestimuladas”. Incluso podrías encontrarte usando este término para explicar por qué una tienda llena o un día ocupado te deja sintiéndote completamente agotado. Sin embargo, la verdadera sobreestimulación es más que solo una sensación de estar ocupado; es una condición clínicamente reconocida en la que tu cerebro se vuelve incapaz de procesar de manera efectiva la avalancha de información sensorial que recibe.
La sobreestimulación, o sobrecarga sensorial, ocurre cuando tu cerebro no puede filtrar todos los estímulos visuales, auditivos, olfativos, táctiles o gustativos que recibe al mismo tiempo. La psicóloga Naomi Torres-Mackie del Hospital Lenox Hill en la Ciudad de Nueva York le dijo a TIME que en estos casos, “estás experimentando sensaciones, y las sientes más de lo que realmente son”.
Esto es claramente diferente de sentirse abrumado, que, aunque también desagradable, es principalmente una reacción emocional al estrés o la ansiedad relacionada con sentirse abrumado por las responsabilidades en lugar de los estímulos sensoriales. La sobrecarga sensorial a menudo se manifiesta de maneras alarmantes, con síntomas que van desde respuestas físicas como mareos y tensión muscular hasta reacciones emocionales como ansiedad, pánico e incluso ira.
Para alguien verdaderamente sobreestimulado, un vagón de metro lleno podría sentirse “intolerable”, según Torres-Mackie, desencadenando un fuerte impulso de escapar. Mientras tanto, la sobreestimulación crónica a menudo conduce a estrés persistente, agotamiento y una sensación de estar constantemente abrumado. Para entender si lo que estás experimentando es sobreestimulación o abrumamiento, y saber cómo superarlo mejor, es útil conocer las distinciones.
